Raül Ruíz Ayats: “¡Mereció la pena! Así fue mi experiencia en el concurso de Transgourmet Chefs en Or”.
27 de noviembre de 2023
Varsovia, Polonia. 30 de octubre, 2 de la tarde. Siete chefs de Alemania, Austria, España, Francia, Polonia, Rumanía y Suiza, alrededor de una caja negra. Bromas, preguntas y nervios, ¡bastantes nervios! Así arranca “Chefs en Or”, el concurso internacional de cocina organizado por Transgourmet ¡y mi primera competición profesional!
Estábamos a punto de descubrir qué tres ingredientes tendríamos que utilizar en la receta que prepararíamos al día siguiente. Lo único que sabíamos hasta entonces era que el ingrediente principal sería el pollo.
Por fin levantamos la tapa y ¡ahí estaban!:
1) Bimi. ¡Bien! Esta especie de brócoli se puede incorporar fácil a cualquier receta. Sin problema.
2) Setas ceps. ¡Perfecto para la idea que tenía!
3) Ajo negro. ¡Oh, no! Mira que yo tenía bien pensado mi plato, pero… ¿qué hago con este ajo negro? ¡Si tiene un sabor a regaliz extrañísimo!
En ese momento mi cabeza empieza a dar vueltas… 15 horas más tarde entraríamos en cocinas y tengo que ver cómo incluyo estos tres nuevos “compañeros”. Para eso cuento con una gran aliada: Rocío Morcillo, formadora de Hostelería de Transgourmet Ibérica. Además, fue finalista de MasterChef España en 2016, por lo que su experiencia es fundamental para mí.
Entre los dos, optamos por preparar pollo y carabineros en un canelón. Así puedo utilizar todas las partes de los dos productos, cumpliendo uno de los requisitos del concurso: residuos cero. El canelón irá acompañado por una gelatina de carabineros, crujiente de pollo y una salsita de bimi. Y para el entrante, una croqueta de jamón, acompañada de tartar de setas variadas, espuma de ceps y… ¡alioli de ajo negro!
Mi objetivo: ofrecer un plato con mucho sabor.
Al día siguiente, el autobús nos recoge pronto. En mi grupo, el de la mañana, competimos los participantes de Suiza, Rumanía, Austria y España. Estoy encantado porque me ha tocado justo el turno que quería. ¡No sé qué hubiera sido de mis nervios si hubiera tenido que esperar hasta la tarde!
Porque yo pensé que este concurso sería un evento sencillo, siete chefs metidos en las cocinas de Transgourmet, haciendo sus platos tranquilamente ¡Pero menudo montaje! Cámaras, presentador@s, ayudant@s, espacio para el público… En cuanto entramos aparecen mis nervios, que cada vez se hacen más fuertes: ¿Quién me manda a mí meterme en este fregado?
¡Menos mal que tengo a mi lado al equipo de Transgourmet Ibérica! La atención es brutal, apoyándome todo el rato, atentos a qué necesito y ayudándome con la ansiedad ya el aeropuerto. Mi traductora, Ale, está siempre conmigo y, gracias a ella, es todo más sencillo, no solo en cocinas, sino para relacionarme con otros concursantes, jurado y presentador@s. ¡Tengo el mejor equipo del mundo!
A pesar de los nervios, el tiempo vuela y, sin darme cuenta, estoy presentando el plato. Ahora serán los concursantes de la tarde los que tengan que lidiar con lo suyo. Yo voy a descansar hasta que llegue el autobús para mi próxima cita: la gala de entrega de premios.
Aquí vuelve el cosquilleo en el estómago. Y es que ¡menudo sarao! El escenario elegido es espectacular. Todo de blanco y rojo, los colores de Transgourmet. Los presentador@s, el menú preparado para la ocasión… y llega el momento de la verdad.
Joos Sutter, presidente del grupo Transgourmet, abre el sobre, ve el nombre y bromea: «¿No será un error?». ¡Pero yo solo quiero que arranque y diga ese nombre! Finalmente anuncia el ganador. ¡Qué pena! No pudo ser. El premio se queda en Polonia. Sé que mi plato se ha visto perjudicado por un problema en los tiempos del emplatado del concursante anterior, que ha hecho que mi pollo quede algo reseco. No me llevo una estatuilla, pero sí ese aprendizaje: manejar mejor los contratiempos que puedan surgir.
También me llevo la buena relación con los jueces de Francia, Alemania y Polonia y con el concursante suizo, grandes profesionales y gente encantadora. Además, debo confesar que nuestro equipo despertó muchas simpatías. Cada vez que se nos mencionaba, había gente levantándose, aplaudiendo o jaleando. ¡Y yo, feliz! Como anécdota, después de presentar mi plato ante el jurado, se empezaron a oír gritos y aplausos que desconcertaron a la presentadora que preguntó: «¿Qué es eso? ¿Son los familiares de Raül?». Pero no, no eran ni mi madre ni mi hermana, que estaban calladas y formales. Los vítores eran de mi equipo Transgourmet. ¿Se puede pedir más?
Aunque me hubiera encantado traerme la estatuilla a casa, me llevo dos cosas de “Chefs en Or”: por una parte, el apoyo del equipo de Transgourmet Ibérica, pendientes de mi familia y de mí en todo momento y, por otro lado, haber probado por primera vez la sensación de competir cocinando.
Ahora, a toro pasado, ya he cambiado ese «¿quién me manda a mí meterme en este fregado?» por «repetiría con los ojos cerrados».